viernes, 10 de diciembre de 2010

EL MARTIR

Joseph estaba en su despacho, con una sonrisa radiante, desde que había iniciado su gobierno no había tenido buenas noticias hasta ahora, pero esta compensaba todo lo que había ido mal durante su reinado, por fin, un mártir autentico, un mártir sacrificado por defender la parte más controvertida de su doctrina, un hombre que con su sacrificio haría renacer la fe dentro de occidente, casi como un nuevo Cristo.

"Que idiotas eran esos orgullosos americanos, que pagados de si mismos, como los habían utilizado, como habían sacado toda su información, que fácil fue, un joven sacerdote al ejercito, un joven sacerdote, en un puesto adecuado, y todos sus secretitos de alcoba en nuestras manos. Pero de lo que más orgulloso estaba era de la elección del mártir, un hombre conocido pero no demasiado, carismático, al que habían seguido durante años junto con otros, al final tras saber todas sus costumbres,sobre todo las sexuales, lo habían escogido y gracias al Señor habían acertado, después auparlo, y luego, con el truco más viejo de la historia hundirlo. Costó preparar a las mujeres, hubo que absolverlas previamente de los pecados que iban a cometer, prepararlas discretamente durante años, hacer ver que eran ateas convencidas, cuando en realidad eran autenticas siervas de Dios. Que golpe hacer creer que eran mujeres despechadas y abrasadas por la pasión, cuando en realidad sentían asco por ese hombre. Una denuncia en un país que se cree progresista pero que trata a las mujeres como niñas con sus leyes proteccionistas. Y después en la cárcel volver creyente a nuestro hombre, eso fue lo más difícil, poder colar entre los carceleros a uno capaz de administrar las drogas. Como descansé cuando empezó a lanzar mensajes mesiánicos y a decir que el no usaba profilácticos porqué era pecado y que ofendería al señor. Ahhh la primera vez que rezó en televisión...casi me dio pena ordenar que lo matasen, que golpe de efecto cuando rompimos relaciones diplomáticas con Suecia y cuando reclamamos el cuerpo para enterrarlo en San Pedro, dos mil años manipulando a la gente tenían que servir para algo...".

El Camarlengo entró en el despacho, "Santo Padre, es la hora".

Joseph se levantó lentamente debido a su edad, iba a beatificar a su mártir. Antes de salir, se lavó las manos en la misma pila que había usado Poncio Pilatos, como hacía siempre que tomaba decisiones o actuaba en este tema. "Hay costumbres muy prácticas", pensó.



Inspirado por Beni, Bicos.

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