domingo, 28 de septiembre de 2014

EL CONSERJE QUE REGALABA FLORES

Acababa de leer "El Porqué de las Cosas" de Quim Monzó,  uno de los cuentos le había trastornado un poco más de lo que ya estaba, en este cuento, pigmalion "moldea" a una mujer, no para que mejore su dicción y educación, ella no lo necesita, si no para que se preste a cualquier actividad sexual, él consigue todo lo que se propone pero termina dejándola cuando tras darle de comer con una cucharilla el semen y las lágrimas que ha recogido de su rostro, ésta le súplica que le pida más cosas, que le diga que traiga a otros hombres si quiere, y él se da cuenta que tendría que compartirla, que aunque no se lo pidiera ella lo haría igual, no puede soportarlo y la deja.

Que estúpido, piensa, prefiere quedarse sin algo maravilloso antes que compartirlo y encima los demás la tendrán igual, dándoles lo que han aprendido juntos, dándoles lo que nunca más le dará a él, además no comprende cómo se puede dedicar a cucharitas y demás paranoias, a reeducar a alguien como en un estado totalitario para que siempre se hiciese lo que lo que le apetece. Dónde queda la otra persona, la espontaneidad, la frescura y las sorpresas que hacen falta para mantener una vida en común, solo con el afán de ir un poco más allá en el sexo.

Claro que él está solo, solo hace mucho tiempo, a veces piensa que ha sido su elección, aunque en el fondo sabe que es una mentira piadosa que se cuenta para aliviar la tristeza que le causa no compartir su vida con alguien, con una mujer que llegue a conocerlo mejor de lo que el mismo se conoce, a la que abrazar cuando le apetezca, a la que sentir, con la que compartir las cosas buenas y las malas de la vida, con la que hacer el amor, sí hacer el amor, no follar, hacer el amor, entregarse mutuamente, darse lo que necesitan, lo que deseen y solo cuando lo deseen.

Está delante del espejo, admira el paso de los años en su piel, en el poco pelo que le queda, en la tristeza y el vacío de su mirada, lleva mal el paso del tiempo, se siente mal, se siente viejo, y aunque sabe que no lo es, es lo que siente.

Hay días así, piensa, pero también piensa que cada vez hay más días así, cada vez le cuesta más levantarse de la cama, total para qué, cada día es igual al anterior y los fines de semana se le hacen eternos, al principio quedaba con amigos, pero todos están emparejados y se siente extraño y aún más solo, solo, ese el problema, la soledad no buscada, y lo peor es que se ha acostumbrado a ella, cada día le cuesta más conversar con la gente, se ha convertido en el bicho raro. Él que había sido un hombre encantador es un ser cada vez más extraño para los demás, por lo que cuando habla con alguien limita las conversaciones a lo mínimo que exigen las normas de la cortesía para no meter la pata, para no soltar una barbaridad. Se mira desde fuera y ve a un tipo raro, recuerda que antes no era así, pero ahora no sabe que pinta en el mundo y lo peor es no ve que puede llegar a pintar, que no le encuentra sentido a nada.

Hoy empieza un nuevo trabajo, solo es una sustitución de dos meses, conserje en una residencia de ancianos, ya ha trabajado antes en residencias, abrir y cerrar puertas, hacer fotocopias, arreglar cosas, ayudar y vigilar que no se escape nadie, en este trabajo piensa ser como era antes, ya ha tocado fondo, ahora toca empezar a subir y su única esperanza es un trabajo de conserje, visto así le parece patético, pero en realidad, este trabajo es algo nuevo, un cambio, quizás es el cambio que le hace falta, un lugar nuevo, gente nueva, sabe que le va a costar, pero va a cambiar, no le queda otro remedio, o da un paso al frente o lo único que le quedará sera vegetar en vez de vivir.

Los primeros días se comporta con una educación exquisita, que se note el colegio de monjas, pero se limita a observar a conocer a la gente con la que trabaja, la gente le llama por su nombre, pero solo recurren a él cuando necesitan algo, nadie se le acerca para conversar, parece que todo va a seguir igual.

El sexto día está en el jardín arreglando una de las bocas de riego, cuando se le acerca una interna, una señora muy mayor y vestida solamente con un camisón, ella le llama hijo, le pregunta que porqué no va a verla nunca,  al principio no sabe que hacer ni que decir, entonces la acaricia con ternura al tiempo que le pide perdón, "mamá perdona, es que he estado muy ocupado, pero ahora vendré todos los días", corta una rosa le quita las espinas una a una y se la da. La señora solo le puede decir gracias antes de que llegue su cuidadora y la lleve de vuelta a su habitación.

Pregunta a la cuidadora por la señora y ésta le cuenta su historia, se llama María, es viuda, y como habrá podido ver tiene alzheimer, perdió a un hijo y solo le queda una hija que viene a verla todos los fines de semana. El pregunta si puede ir a ver a María y llevarle una flor cada día, la cuidadora se sorprende y lo mira como si estuviese loco, lo medita y le dice que mal no le va a hacer, que mientras esté él ella tendrá una menos de quien ocuparse.

Va a verla todos los días, al acabar su turno va a su habitación con una rosa, siempre sin espinas, unas veces ella cree que es su hijo, otras su marido, otras su padre, pero sus  ojos que siempre están apagados mirando hacia el infinito cuando lo ven aparecer con su rosa se iluminan, y entonces ella empieza a hablar y a hablar, salta de una época a otra, de repente es una niña que pide perdón por una travesura, o una mujer que echa de menos a su hijo, otras es una mujer enamorada. Pero siempre es una persona agradecida, que abraza las rosas contra su pecho mientras le habla.

Han pasado los dos meses, cada día ha ido a verla, cada día la ha escuchado, cada día le ha dado el cariño que nadie le daba, ahora sabe que no la va a volver a ver. Los compañeros le han hecho una pequeña despedida que se ha alargado, y hoy el último día no ha podido ir a verla. Aprovechando la improvisada fiesta pide permiso a la directora para ir al día siguiente a despedirse de María, la directora escucha la historia de la que no sabía nada, la cuidadora le hace un resumen explicando todo el bien que él le ha hecho a María, exagerando algo, todo hay que decirlo. La directora ante la aclamación de todos los empleados, accede, le dice que puede venir cuando quiera, pero que para poder ver a María tendrá que hablar antes con su hija.

Al día siguiente, a primera hora está esperando con la cuidadora a que llegue la hija de María. Nervioso la ve acercarse por el pasillo, ella se queda mirando la rosa que él tiene entre las manos y él se queda mirando el libro de Quim Monzó que ella tiene entre las suyas.


Bicos otro día más.