domingo, 18 de noviembre de 2012

LA ...MADA

Cada vez me cuesta más escribir, es debido a que como he alcanzado un nivel tan alto tengo miedo, que digo miedo, pánico a no poder superarme o al menos igualarme. Supongo que algo parecido le tuvo que pasar a Miguel Ángel cuando hizo su David. (JE JE)

Vamos allá, a ver que sale de aquí.

El humo del cigarrillo me abrasaba los pulmones, con cada calada sentía como un poco de vida se me iba, pero me daba igual, ya todo daba igual, este iba a ser el último, por fin el último cigarrillo de verdad. El humo denso como nunca subía hasta el techo y entre la niebla venenosa una cama, y yo tirado en ella, una cama para mi solo, sobre la pequeña mesilla de madera el último libro que me había leído y el último que iba leer, un paquete de tabaco vacío y un cenicero lleno. Era un cuarto decorado con trastos pillados de aquí y de allá , nada pegaba con nada, la cama de metal, el colchón de espuma, las sábanas raídas y sin cambiar en mucho tiempo, arrugadas y sucias, la almohada llena de manchas, ninguna foto, ningún adorno, la mesilla a saber de donde había salido, y en el centro del decorado, yo, o lo que quedaba de mí terminando con todo, terminando mi último cigarrillo, con un teléfono en la mano, mirando la pantalla, anhelando una llamada, una llamada de cualquiera de mis 167 contactos, una llamada que me diese una última esperanza, un último asidero al que agarrarme para poder salir del pozo sin fondo en el que poco a poco me había hundido...

Termine el cigarrillo, comprobé que el teléfono tuviese batería, estaba cargado como siempre, aunque no sonaba desde hacía más de un mes.

Me di otra oportunidad y me levanté, retrase el momento, en principio había decidido terminar con todo en cuanto acabase el último cigarrillo, pero en vez de eso me fui al baño, me mire en el espejo y ¡joder que pinta de cerdo! Como soy pudoroso empecé a asearme, me duche, me afeite, y cogí la última ropa limpia que me quedaba, por lo menos estar decente cuando me recogiesen del suelo, reventado pero limpio.

El teléfono seguía sin sonar, mire la habitación y el resto de la casa, no podían encontrarla así, el pudor me puede, adecenté todo, recogí lo que estaba sucio, cambié las sábanas, hice la cama, ahora parecía otra cosa.

 Había llegado el momento, para que seguir si nadie se acordaba de mi, para que darme más tiempo. Abrí la ventana, un sexto, eche otra mirada al teléfono, apoye un pie en el marco, volví a mirar abajo para comprobar que no pasase nadie y me eche hacia atrás, respiré hondo y en ese momento me di cuenta, pensé que igual no era el único, baje de la ventana y agarre el teléfono.

Empecé por la A, y llamé, llamé a todos, me pasé toda la tarde hablando y hablando, ese día llegué hasta la J, algunas conversaciones duraban unos pocos minutos, otras casi una hora. En tres días en los que solo paré para comer y dormir un poco, los llamé a todos.

 Hablé con casi toda mi gente, recordando viejos tiempos y haciendo planes para los nuevos, hasta me salieron un par de citas, y también un par de restaurantes chinos, pero la mayoría de la gente seguía ahí, simplemente no llamaban porque no encontraban el momento o por no molestar, o porque no tenían nada que contar...

Así que niños y niñas si un día os acordáis de alguien y os apetece llamarle, pues llamar, igual le cambiáis la vida para mejor, bicos, otro día más.