martes, 14 de agosto de 2012

LOVE OF LESBIAN


Se quedaron en silencio. Era lo peor que podían hacer, si hubiesen dicho algo, si se hubiesen defendido, si hubieran gritado, si se hubiesen disculpado… pero no dijeron nada, y yo dije lo que nunca tenía que haber dicho, lo que puso final, final a nuestra vida en común, final a nuestra juventud de una forma repentina y brutal.

Han pasado tres años, ahora vivo solo, tres años solo, sin una relación, alejándome del resto del mundo, cuando alguien se acerca a mí, lo rechazo, me vuelvo un borde, tengo miedo, mucho miedo…

No quiero volver a sufrir, prefiero esta monotonía sin altibajos en la que un día bueno es cuando en la televisión ponen una película que me gusta, cuando la hamburguesa de la noche está un poco más pasada que otros días, cuando miro el extracto del banco y veo que se ha incrementado y se que así va a seguir, ya que no tengo ningún interés ni ningún plan, ni nadie con quien hacerlo…
  
Si por lo menos hubiese sido con un hombre…

La culpa fue mía, llegué a casa por la noche, un día antes de lo previsto, sin avisar. ¡Ay! Las sorpresas que sorprendentes pueden ser. Recuerdo perfectamente la escena, estaba en la cama con su cabeza apoyada de lado en la almohada, con la sabana entre las piernas, la cogía con la mano derecha mientras dormitaba, entraba un poco de luz por la ventana, era una escena preciosa, y en mi memoria sigue siéndolo, fue la última vez que pude recrearme ante su cuerpo desnudo.

Me iba a acercar para darle un beso, cuando me di cuenta de que algo fallaba en la escena, cuando entré sonaba la ducha en el baño de la habitación, se había parado justo cuando entré, así que me giré, abrí la puerta del baño, y allí tratando de esconderse en la bañera estaba mi hermana empapada y empezando a tiritar, acurrucada con su espalda apoyada justo debajo del grifo, desnuda, indefensa,  comenzó a llorar sin hablar.

No salieron palabras, salieron gritos, insultos, las dos se quedaron mudas. Me callé y sigo callado desde ese día, el resto lo podéis imaginar.

Al final me fui yo, no he vuelto a ver ni a mi ex, ni a mi hermana, hoy mi madre, que al principio trató de mediar al final se puso de su parte, me ha dicho que se casan, manda cojones, y que quieren mi perdón.

Acabo de llegar a casa, miro a mi alrededor, no me gusta nada, es todo tan, como decirlo, tan aséptico, impersonal. Me echo en la cama, pienso en todo lo que me ha pasado, me siento muy mal, tres años y aún sigo dolido, tres años, sin relacionarme con nadie, por vergüenza, por dolor. Esto tiene que cambiar, va a cambiar. Si quieren mi perdón lo tendrán. Total que puedo perder, si más bajo no puedo caer. Busco un local de tatuajes, hay uno cerca de mi casa, me tatuó la fecha de hoy “10 de junio de 2012” en el antebrazo derecho en color rojo con letras góticas. Me gusta como ha quedado, ya que hoy va a cambiar todo, quiero que quede grabado.

Llamo a mi ex, le digo que acepto hablar y que la invito a cenar en casa, que hablaremos de lo que quiera.

Preparo una cena exquisita, hago hasta unos brownies que le van a encantar. Lo dejo todo preparado. Llamo a mi hermana, hablamos de todo, al principio casi sin decir nada, rompemos el hielo, y acabamos llorando entre disculpas y palabras de perdón, pobrecilla.

Llega mi ex, está guapísima, ha cogido unos kilos, pero le sienta bien. Cenamos, la cena le encanta. Tomamos un café en el sofá, le cuento lo mal que lo he pasado, que como no me dejó, que si era homosexual porque demonios estaba conmigo.
Me dice que no tenía que ver con el sexo, que quería a mi hermana, pero que en aquel momento se avergonzaba y no sabían como decirlo, que hicieron una huída hacia delante. Porque se querían y no podían volver atrás.
Le cuento mis últimos tres años en tres minutos, tres segundos hubieran bastado, ya que excepto mi afición a la foto y al video, no he hecho nada más, que todo ha sido una mierda, que las perdono como un acto de egoísmo para ver si así puedo salir del fondo, me echo a llorar, y me abraza, la beso, me aparta, me quedo mirándola fijamente, y nos volvemos a besar.

Pasamos al dormitorio, lo hacemos como le gustaba, salvajemente, tirándole del pelo mientras me la follo por detrás, parece un combate más que un polvo. Nos separamos empapados. Hablamos y hablamos, hasta que se va, tiene que irse, vive con mi hermana.

No la vuelvo a ver hasta el día de la boda, llego con mi regalo debajo del brazo. Están preciosas, dos novias de novia, curioso y extraño. Sonrío y las abrazo, les cuento que les he hecho un vídeo con fotos de las dos desde que eran pequeñas hasta hace tres años. Se ponen muy contentas con mi perdón y mi regalo. La ceremonia es preciosa, yo me dedico a saludar a mucha gente a la que no veo hace mucho y a la que seguramente no volveré a ver.

Una vez hechos los brindis en el restaurante, antes de comer me piden que ponga el vídeo. Accedo gustoso, apagan las luces, empieza el vídeo, la música que suena es “Allí donde solíamos gritar” de Love of Lesbian, espero que capten el detalle, en el segundo treinta del vídeo salgo del restaurante, en el minuto cinco segundos, justo cuando en la canción dice por primera vez “Donde solíamos gritar” la imagen cambia de foto a vídeo, una película perfecta de mi ex y de mí follando, con su cara excitada en primer plano, se ve perfectamente mi antebrazo tirándole del pelo con la fecha tatuada.  

Escucho un grito de mi madre, más gritos, insultos y como cae una bandeja.

Me monto en el coche y me voy. Yo las he perdonado, espero que se perdonen entre ellas y que sean muy felices. No creo que me perdonen a mí. 

lunes, 6 de agosto de 2012

52 SOMBRAS GRISES


Marga estaba harta, necesitaba escapar de la trampa que en cierto modo ella misma había creado, necesitaba meditar, cambiar algo de su rutinaria vida. “Quien te ha visto y Quien te ve” pensaba, mientras se observaba desnuda en el espejo de su habitación, acababa de salir de la ducha,  se miró el vientre, se deprimió un poco, en conjunto no estaba mal, pero la tripa… Interrumpieron sus pensamientos los gritos que daban su marido y los niños, parecía que tenía tres niños en vez de dos. Se vistió deprisa, bajo a la cocina, “hay escenarios de guerra más presentables” pensó.

-          Ni siquiera eres capaz de hacer que desayunen tranquilos.
-          Estaba mirando la mejor ruta para el viaje, ya podían desayunar solos, si no los mimases tanto.

Marga iba a soltar un exabrupto, pero se fijó en los niños y prefirió callarse. Miro a su marido con pena y se puso a recoger migas, nunca veía lo sucio que estaba todo y cada vez hacía menos cosas. Él se iba con los niños a casa de sus padres y no pudo ni hacer las maletas, eso también lo tuvo que hacer ella.

Una vez desayunados, se despidió de los niños con pena y de su marido sin ganas. Iba a estar muy sola, pero por lo menos iba a estar tranquila.

Subió todavía enfadada, aunque poco a poco la nostalgia iba ocupando el hueco del enfado. Se tumbo en la cama, como había cambiado ésta, se acordaba de que al principio parecía que no iban a parar hasta romperla. ¿Dónde estaba la pasión? Seguramente se les perdió entre la rutina. Cada vez le apetecía menos, ¿por qué se estaba volviendo todo tan difícil? Recordaba que al principio todo parecía mágico, pero poco a poco todo se había vuelto una especie de círculo vicioso, bueno vicioso en realidad ya no era, apenas un poco de sexo algún fin de semana, y poco más, había muchos más desencuentros que encuentros y los encuentros aunque eran agradables ya no eran como antes, a veces sentía que en su cama había cuatro personas, su marido, ella y los que imaginaban en el lugar del otro.

Parecía mentira, lo mejor que le había pasado en la vida, su marido y sus niños, y no en ese orden precisamente, hacían que se sintiese vacía, no lo podía evitar, se sentía culpable pero parecía que había tirado los últimos años, por lo menos en lo que a ella se refería. Amaba a sus hijos sobre todas las cosas y no los cambiaría por nada, pero sentía que había dejado de vivir para ella a cambio de vivir para ellos.

Ahora mismo se preguntaba si su vida se iba a limitar a esto, a trabajar como una bestia en casa y fuera, a criar a los niños y a llevar una vida cada vez más aburrida y vacía de pasión con su marido. Los pensamientos iban y venían, recordaba como era al principio y la esperanza volvía a dibujar una sonrisa en su cara pero entonces pensaba que si esos días no habían vuelto no tenían porqué volver, se le hizo un nudo en el estomago y empezó a llorar muy despacio, conteniendo las lágrimas.

Necesitaba un cambio, hacer algo, pero qué, no pensaba en otra relación, aún estaba arrepentida de la boda de su prima a la que fue sola, acabó con un tipo encantador y muy guapo, pero fue un desastre, estaban tan borrachos que el sexo fue imposible, además le quedó marcada una sensación de culpa que de vez en cuando volvía para atormentarla. Si por lo menos hubiese sido un polvazo. Sonrío. “Joder, que asco de vida”.

Se miró en el espejo, hoy no tenía que ir a trabajar, gracias a Dios. Decidió cambiarse y arreglarse, se puso un pantalón corto, muy corto, y la blusa a juego que tan bien le sentaba, quería sentirse atractiva, sentir que la volvían a mirar como hacía tiempo que no la miraban, nada más, darse el gusto de ir a comprar y sentirse guapa otra vez, más guapa que la mayoría.

Salió a la calle y enseguida notó que había acertado, cuando entró en la tienda y sintió las miradas sobre ella, igual se había pasado, se sonrojo un poco, ya ni valía para sentirse guapa.

Al salir con las bolsas, se fijó en un chico alto, que se le había quedado mirando, y tropezó, el se rió y corrió a ayudarla, pero para su mala suerte llegó antes el tendero, que debía estarle mirándole el culo, le ayudó, Marga le dio las gracias y siguió su camino, bastante frustrada y enojada consigo misma, que tonta estaba.

Llamaron al timbre, contesto un “voy” que más parecía un “Lárgate, seas quien seas”.

 Abrió y sí, querido/a lector/ra allí estaba él.

Se le había quedado un paquete en el suelo y el Sr. Antonio, el tendero se lo llevó a casa, imaginándose como un héroe al rescate de su dama. Cuando fue despedido con simple gracias se desinflo, volvió a su tienda algo triste y decepcionado.

A los dos minutos, volvió a sonar el timbre, mientras abría pensando “¿Qué querrá ahora este imbécil?” se quedó muda, cuando vio al chico alto se estremeció, sin decir nada éste la besó. Marga sabía que no debía, que a saber quien era, pero le apetecía tanto que mandó la moral, la conciencia y la seguridad a la mierda. Se dejó llevar, hacía años que no sentía algo así, las tripas le ardían, el corazón latía desbocado, las manos no sabían que desabrochar primero.

Cuando se levantaron del sofá, se volvieron a besar, ahora mucho más despacio, hablaron por primera vez, era todo tan perfecto, se acariciaron y fueron a la cocina a tomar algo, sobre la encimera volvieron a desatarse los sentidos. Pasaron todo el día juntos, sin salir de casa, luego cuando las fuerzas se acabaron, se durmieron juntos abrazados.

Por la mañana se despertó sola, había una nota preciosa, despidiéndose, sin firma y con un final que decía “nos volveremos a ver.”

Sintió una leve decepción, pero era mejor así, lo sabía, se estiró y sonrió, que bien se sentía, solo esperaba que los vecinos no hubiesen escuchado nada. Ahora mismo le daba todo igual…

Cuando volvieron su marido y sus hijos, se sintió feliz, los echaba de menos. Como había cambiado todo en unos pocos días, había decidido darle una nueva oportunidad a su vida, iba a cambiar algunas cosas para ver si podía mejorar o al menos cambiar algo de lo que iba mal. 

El marido de Marga, salió nada más dejar a los niños, había quedado con el chico alto.

-¿Ha ido bien?
- Muy bien
- No se, si esto me alegra o me acabará de arruinar la vida. Espero que esto le devuelva la ilusión. No dijiste ningún nombre ¿verdad? Me dolería que me llamase por tu nombre.
- No te preocupes, hice todo como me dijiste.

Pagó y volvió a casa, miró a Marga a los ojos y vio un brillo que hacía mucho que no veía, igual todo salía bien.


domingo, 5 de agosto de 2012

CINCUENTA Y UNA SOMBRAS DE GRIS

El médico hizo su trabajo, el no lo sabía pero era la penúltima vez, mientras veía el miedo, pavor mejor dicho, reflejado en los ojos de la chica se estremeció, comenzó a recordar, tenía anotadas todas las veces, todos los nombres, todos los lugares en donde fueron raptadas, 575, ésta era la 575, cada dos días más o menos, el jefe de la policía traía una nueva chica, al principio era cada semana, pero ahora el dueño del estado, el gran amo del país se estaba volviendo insaciable.

Recordó la primera vez, recordó como al principio se negó, se opuso, pero cuando entraron en su casa,  golpearon a su mujer y le metieron un pistola en la boca a su bebe, aceptó todo, todo, mejor ellas que su familia.
Aún no se había suicidado porqué la amenaza incluía que si se suicidaba su familia le seguiría tras unos meses de sufrimientos.
Maldijo su invento, y sobre todo haberlo presentado a las autoridades, pero como iba a saber que lo iban a usar para satisfacer los instintos primarios del "Padre de la Revolución". Su invento era un tranquilizante, una vez inyectada la dosis adecuada, la persona permanecía inmovilizada, sentía, oía, veía, pero no podía mover ningún músculo, excepto los párpados, no sabía porqué, pero los sujetos podían parpadear. Lo había creado para evitar problemas durante los traslados y las crisis de los enfermos del psiquiátrico en el que trabajaba, era mejor que cualquier otra cosa, no había efectos secundarios y si se trataba bien a los pacientes, despertaban tranquilos evitando al mismo tiempo cualquier tipo de lesión. Había que dar la dosis adecuada en base al peso del paciente y tenía que mezclar los fármacos con sumo cuidado.
Cuando presentó su creación al comité del Partido Único toda su vida cambió de la noche a la mañana. No lo sabía pero el Gran Hombre gozaba sometiendo a chicas a ser posible muy jóvenes, casi niñas. Cuando no estaba con su mujer, su hombre de confianza, el jefe de la policía del Estado le traía a las muchachas. Después nuestro amo abusaba de ellas, disfrutaba golpeándolas y sometiéndolas a cualquier tipo de vejación, una vez satisfecho, las jóvenes eran eliminadas. Se habían oído rumores, pero el poder del terror evita cualquier denuncia.
Un día, el jefe de policía se presentó en su casa, para ordenarle su nuevo cometido y que sería el único encargado de aplicar el fármaco, además le dijo el motivo y lo que harían con las niñas, no omitió ningún detalle, incluso se recreó en los más sórdidos, mientras se reía mostrando su asquerosa dentadura.
Se negó. Luego vinieron las amenazas, si no hubiese tenido familia, sabía que no lo habría hecho, pero no pudo, no pudo...

Una vez que la droga hizo efecto, le quito las correas y la metió en la habitación contigua, allí estaba el gran hombre, le dijo que la desnudase y la tumbase sobre la cama.

Después, una vez acabado su cometido, volvió a su casa, en la calle estaba su niño se acababa de caer y estaba llorando, la hija de sus vecinos lo estaba levantado. Le dio las gracias a Lee, y con su niño en brazos entró en su casa...

A los tres días le fueron a buscar, el Jefe precisaba de sus servicios. Cuando llegó la chica ya estaba atada y amordazada a la camilla, se acercó y cuando vio que era Lee el mundo se le cayó encima. Pensó con rapidez y decidió dar el paso que tenía que haber dado la primera vez, le habló a Lee con mucho cariño, le dijo que estuviera tranquila, que no le iba a pasar nada, preparó dos dosis. Inyectó su mágico brebaje, la desató y la pasó con la camilla a la habitación. El Dios en la tierra se acercó, entonces nuestro doctor le clavó la segunda dosis en el cuello, el Gran Hombre se derrumbó, seguía vivo, tenía 12 horas antes de que entrase alguien en la habitación, sabía por sus experiencias que los pacientes sentían todo lo que les pasaba, solo que estaban completamente inmovilizados.

Dejó a Lee en su pequeño cuarto, volvió junto al que había sido el amo y señor con un cuchillo y un bisturí, lo hizo muy despacio, no perdió el sentido en ningún momento, al cabo de ocho horas le cosió todas las heridas, y le metió los testículos en la boca.

Cargó con Lee, aún tenían unas horas, el hecho de que el Jefe fuese tan temido además de su miedo a ser grabado en actitudes comprometidas, hacía que la vigilancia en el interior fuese nula. Con su carga bajó al garaje cogió su coche, escondió a Lee en la parte de atrás. Llego a casa, se reunió con su familia y con los padres y hermanos de Lee. Recogieron lo imprescindible y  luego huyeron...