viernes, 31 de diciembre de 2010

DEL INFIERNO AL CIELO

El camino era muy largo y difícil, además al viajar en otoño, la lluvia le acompañaba durante bastantes jornadas, tenía que hacerlo a pie, los vehículos solo se los podían permitir los amos. Vestido con ropa muy vieja que apenas aguantaría un lavado más y calzado con unas botas viejas con un par de agujeros en las suelas, que había robado a un muerto, que también tenía algún que otro agujero en la cara. Caminaba con paso firme, a pesar de todo lo que había visto, aún era joven, aún tenía cara de niño, huía como tantos hombres antes que él, huía, pero el sabía donde estaba su meta, el sabía hacía donde dirigirse. Cada vez que oía un ruido, saltaba a la cuneta, si lo cogían su muerte sería segura, ni siquiera lo llevarían ante un tribunal, lo colgarían si había un árbol cerca, o le pegarían un tiro, eso en el mejor de los casos, si los hombres estaban rabiosos o eran especialmente sádicos usarían un cuchillo para divertirse, lo sabía bien, el había sido uno de esos hombres, el había reído cuando su teniente le corto los huevos a un pobre chico haciendoselos tragar mientras se desangraba. Puta guerra, en que lo había convertido. Ahora huía, volvía junto a ella, valdría la pena, aunque solo pudiese pasar una noche abrazándola, si llegaba. Le asaltaban mil pensamientos que se mezclaban, el hambre le hacía delirar, aunque sabía cazar y pescar, apenas quedaba nada en los bosques, esta guerra había acabado con todo bicho viviente y los que quedaban estaban resabiados, además no había donde robar, todo estaba destrozado, vivía con un poco de carne si había suerte y algunas bayas silvestres (poco más). Pero tenía que llegar, a pesar de los pies encallecidos, del hambre, de las pocas fuerzas, el recuerdo de sus ojos mirándolo con ilusión le daba la energía que necesitaba. Como se había atrevido, como había podido, ni siquiera el se lo creía, se habían quedado solos, mientras el resto del grupo había ido a una escaramuza que podría durar toda la noche, y sin más lo mató, mató al teniente, primero lo dejó ciego, mientras dormía le clavó unas tijeras abiertas en los ojos, lo justo para romper sus cuencas sin hacer más daño, después lo ató aprovechando su ventaja, y poco a poco lo fue mutilando hasta que termino de desangrarse, como gritaba el cabrón. Lo merecía, merecía esto y mucho más, cosas como esta y peores, se las hacía a cada prisionero que cogían, el último el pobre chico que ya nunca se iría de su cabeza, se quitó su uniforme, cuando los demás salieron el chico seguía vivo, lo vistió con su ropa de militar, juntó a los cadáveres y quemó todo, después cogió la poca comida que había y se fue. Hace solo un año sería incapaz de hacer lo que hizo, pero lo habían convertido en un monstruo, ahora trataba de olvidarlo todo y volver a ser el que había sido antes, por ella y por él.

Tras varios días más escondido aunque creía que no le buscaban, llegó a la que había sido su casa, golpeó la puerta despacio, se abrió, y allí estaba ella, lo miró de arriba a abajo y sonrió, se echo en su brazos de un salto, casi lo tiró al suelo y grito ¡ Papá!.


Besos, en 2011 más.

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