jueves, 31 de mayo de 2012

OTRA HISTORIA DE AMOR


No sabía donde me encontraba ni porqué, estaba atado, en una cama de hospital, sujeto con correas, atado de pies y manos a unas barras laterales de acero, con una especie de mordaza que me impedía abrir la boca, supongo que para evitar que me mordiese la lengua, solo podía mirar al techo, y en realidad no quería mirar otra cosa, ya que en el techo había una foto de ella, o más bien de su cara, una foto enorme y ella me miraba, desde arriba, como si fuese un ángel que me estuviese cuidando. 

De repente entró un hombre vestido con una bata blanca, tenía mi cara, pero era una especie de versión perfeccionada de mi mismo, un "yo 3.0" tenía el pelo oscuro, era más fuerte y corpulento, pero en lo demás era yo. Se agachó a mi lado, me quitó la mordaza y me susurró al oído...

- Tenemos que dejar de pensar en ella  solo nos hace daño.
Pero sabes que la quiero, que aunque esto me está matando, a la vez me hace sentir vivo.
- Lo se, pero también se que nunca vas a hacer nada y esto va a acabar con nosotros. Voy a borrar su foto del techo.

            A pesar de mis gritos para que no lo hiciera, mi yo perfecto, se subió sobre la cama con un rodillo para pintar techos y comenzó a pasarlo sobre la fotografía, a cada pasada su cara se iba transformando en otra cara, y en otra, y en otra: la primera, mi primera novia, después otra y otra hasta llegar a las cinco mujeres de mi vida, y acabando en Alba mi gran fracaso, dejó a Alba pintada en el techo, y me dijo:

       -A que ya no sientes nada por ella,  fue igual que ahora, no dormías, no comías  y no podías ver nada que no fuese ella, y ahora no sientes nada.
        -Se lo que me dices, pero sabes que no hay nada que hacer, que esto  se va solo, que durará un día o toda la vida, pero yo no puedo evitar quererla.

            Se subió otra vez a la cama y la volvió a pintar.

         - Fíjate bien, es vieja, está llena de arrugas, ya no es la que era cuando la vimos por primera vez.
            - Fíjate tú, todas las demás se parecen a ella, no son más que un intento de encontrarla en otras, y ahora que la he encontrado de verdad no pienso renunciar, ¡NO VOY A RENUNCIAR!

            Se bajo de la cama y se fue sin decir nada, y yo empecé a forcejear para soltarme, golpee y golpee, intentando arrancar las correas, pero no podía, no podía...


            Me desperté completamente sudado y solo como siempre, eran las 4 de la mañana y tenía que verla, pero esta vez tenía que hacer algo más que verla, ahora lo sabía. 
         
           Desayuné muy despacio, saboreando cada trago del café mientras miraba viejas fotos del colegio, solo había tres en las que estaba ella, las miraba una y otra vez, eran de la excursión de fin de curso, yo acababa de cumplir trece años y ella debía tener unos treinta y cinco, era y es la mejor maestra que he tenido nunca, era y es la única mujer de mi vida.

        La había vuelto a ver hacía una semana, después de casi treinta años la reconocí al instante,  resulta que vivíamos muy cerca, en las afueras de la misma ciudad. Yo deambulaba pensando en la próxima forma de  autocompadecerme y ella estaba cuidando un pequeño jardín lleno de rosales. Lo curioso fue que cuando me acerqué a saludarla, me conoció. Entre los miles de alumnos que había tenido me reconoció y me sonrió igual que cuando era pequeño. 
         
         Hablamos y hablamos, le conté mi vida, mi moderado éxito profesional y mis enormes fracasos emocionales, ella me contó la suya, encadenábamos  una historia con otra, le contaba como le había ido a viejos compañeros, y ella como nos veía de  pequeños, pasaron horas, hablamos de todo, supe que se había divorciado hacía varios años, aunque no supe los motivos y que lo único que lamentaba era no haber tenido hijos. También supe que la seguía queriendo, que cuando me miraba podía hacer conmigo lo que quisiese y que siempre iba a ser así.

       Quedamos otro día, y ese día era hoy, estaba muy nervioso, mucho, muchísimo, timbré, abrió me sonrió, nos miramos, y vi algo, no se, pero todo se detuvo, ya no había nervios, la besé, me besó y susurro "treinta años esperando"...

        Han pasado diez años, de lo único que me arrepiento es de no haberla buscado antes, han sido diez años de absoluta felicidad, he tenido más en estos diez años que la mayoría de los hombres en el total de sus vidas y se que ella también, aunque ahora apenas puede hablar para decirme lo que siente, su enfermedad está muy avanzada. 

      A pesar de estar consumida, sus ojos aún dirigen mi vida, hoy me han dicho que no aguanta más, que el dolor es insoportable, ella trata de disimular pero sus ojos no,  así que he preparado una dosis enorme de morfina que hará que deje este mundo entre sueños, solo espero que sean buenos sueños. 

         Lo que ella no sabe es que este viaje también lo vamos a hacer juntos. ¿Cómo voy a dejar que se marche sin mí? ¿Que voy a hacer sin ella?

         La beso, le digo lo maravillosa que ha sido la vida gracias a ella, al verme llorar, ella sonríe y con un gran esfuerzo me acaricia, la beso mientras le pongo la inyección y nos besamos por última vez, espero a que su corazón deje de latir y me inyecto yo, la vuelvo a besar y empiezo a soñar con ella.




          Esto no iba a ser así, pero que le vamos a hacer. Bicos otro día más.

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