domingo, 6 de febrero de 2011

OTRA VEZ

La muerte ha vuelto a tocarnos, esta vez solo de refilón, se ha llevado a alguien a quien no conocía, pero la persona que ha sufrido la pérdida sí que la conozco.

El lunes al llegar a la oficina un compañero nos lo dijo, nos dijo que había muerto la mujer de otro compañero, de un infarto fulminante, estaban durmiendo, se incorporó y cayó al suelo, a pesar de todos lo intentos de reanimarla, primero por su marido y su hija, y después por los servicios médicos, nada se pudo hacer, nada, ni siquiera pudieron despedirse, ni siquiera un último beso, nada. De repente pasas de estar con la persona que ha compartido practicamente todo contigo, a quedarte solo, de repente, lo que unas horas antes era un problema agobiante, pasa a ser lo que es, nada en realidad. Cuando alguien se va, el vacío que deja lo llena todo, no quiero ni pensar lo que será para mi compañero volver a la rutina, volver a casa, volver a esa cama, volver a comer en la mesa en la que comían juntos, todo va a ser duro, vendrán recuerdos de un tiempo mejor, todo va a traer dolor, hasta que de repente un día vuelva a vivir, igual pasa mucho tiempo hasta que se vaya el sufrimiento y aún de vez en cuando volverá cuando algo se la recuerde, pero un día será soportable, las rutinas volverán a ser rutinas, la vida volverá a ser vida aunque el dolor aparezca de vez en cuando. Al final el que se va, simplemente se va, el sufrimiento es para los que se quedan, esperemos que el duelo pase pronto...

Ella tenía 50 años, solo 50, mi compañero tiene esa edad, y la hija de ambos,21.

Nunca se sabe cuando un golpe así puede tocarnos e incluso hundirnos, esperemos que a todos tarde mucho en visitarnos la parca, mientras, yo al menos, intentaré hacer felices a los que me rodean, queriéndolos mucho y preocupándome solo de lo que de verdad importa, que es su bienestar.

Bicos, otro día más.

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