domingo, 13 de junio de 2010

BALAS Y FLORES

No sabía porque estaba allí, no sabía porque había empezado aquella guerra y no le importaba, lo único que temía era tener que matar a otro hombre, a otro hombre que reiría, que lloraría, que tendría hambre o frío, que amaría y odiaría, a fin de cuentas, a otro hombre como él.

Lo habían cogido como a tantos otros a la fuerza.

En una granja cercana a su pueblo lo reclutadores habían cogido a los tres hijos varones de la señora Marta, se habían negado a irse como soldados ya que tenían que recoger la próxima cosecha y ninguna amenaza ni las súplicas de su madre los pudo convencer.

Los bajaron a la plaza del pueblo maniatados, una vez allí los golpearon, después los desnudaron y allí mismo contra la tapia del Ayuntamiento les descerrajaron un tiro a cada uno en la cabeza, ni siquiera los fusilaron ante un pelotón. Para ahorrar balas, dijo el comandante Sancho, que mandaba en el grupo de reclutadores. A todos los hombres del pueblo entre dieciséis y treinta y cinco años les hicieron presenciar este hecho como ejemplo del escarmiento que sufrirían en caso de no alistarse para servir a su causa.

Luís, el hijo más pequeño de la señora Marta era su amigo, habían jugado juntos, compartían secretos que ya no importaba si se contaban a alguien. Era su amigo y él se maldijo por no hacer nada para intentar ayudarlo, ni siquiera protestó, ni siquiera torció la cara cuando lo vio caer con la sesera abierta, ni volvió la mirada cuando una vez muertos, los hicieron formar y desfilar delante de estos.

Al llegar al cuartel les dieron un uniforme usado, un par de botas, las suyas estaban rotas y le quedaban grandes.

El cuartel, en realidad era un triste campamento formado por tiendas en lo alto de la colina., un lugar en el que les trataron como a perros, en el que les enseñaron los rudimentos de la guerra, avanzar o morir, a disparar con un fusil y básicamente a matar. Les informaron de que si no se comportaban como era debido en la batalla, si intentaban huir, o bien, si no demostraban valor durante las gloriosas batallas que iban a protagonizar , serían inmediatamente ejecutados. Durante el campamento tuvo tiempo de comprobar la veracidad de dichas amenazas, ya que varios hombres fueron asesinados de diferentes y crueles maneras por actos de supuesta rebeldía, las ejecuciones eran realizadas por compañeros más veteranos, los cuales incluso disfrutaban al ejecutar a los llamados cobardes por sus superiores.

Lo encuadraron en un batallón mandado por el Comandante Sancho, al cual le gustaba hacer gala de una cruel forma de imponer disciplina.

Cuando llegó el día de la primera batalla, se encontraron parapetados tras los muros que habían formado la división de una antigua finca, con la orden de mantener su posición y no ceder ni un metro de terreno.

El ejercito enemigo avanzaba despacio, abriendo fuego contra sus posiciones, recibieron la orden de apuntar y disparar contra el enemigo. Cogió su fusil y apuntó, en su mira tenía fijado a un chico tan joven como él, que avanzaba con cara de miedo, no podía dispararle, ese hombre no le había hecho nada. A su espalda tenía al comandante Sancho, que comenzó a gritar que disparase, pero no pudo hacerlo, el comandante sacó su pistola y apoyó el cañón contra su sien.

DISPARE O DISPARO YO, le gritó. No quería disparar, no debía disparar pero el miedo le pudo y cerró los ojos, muy suavemente al tiempo que pedía por fallar el disparo o que fallase el fusil, apretó el gatillo. El tiempo empezó a pasar muy, muy despacio, todo empezó a moverse lentamente, escuchó el sonido del percutor contra el cartucho, pero en lugar de la detonación de este, solo pudo oír una bocanada de aire y el grito del comandante.

QUE COJONES PASA AQUÍ.

Levanto la cabeza y abrió los ojos, el ejercito enemigo ya había empezado a retroceder, pero el comandante atónito había bajado su arma y miraba con gesto de loco hacía el cañón de su fusil, él también miro hacía este y vio que de del tubo negro, antes negro como el fondo de un pozo, ahora reinaba el color, había nacido una flor, una orquídea malva y blanca, que crecía orgullosa desafiando a toda la barbarie que reinaba a su alrededor, el comandante le arrebató el fusil de las manos y arrancó la flor tirándola al suelo y pisoteándola, cargó el fusil y disparó con rabia contra los hombres que huían.

NO SE COMO HAS HECHO ESTE TRUCO DE MAGIA BARATA, PERO ESTA TARDE MATARÁS A UN HOMBRE O TE MATARÉ YO A TI Y DESPUÉS LO MATARÉ A ÉL.

El elegido era un hombre joven, perteneciente a su batallón ,que aprovechando la escaramuza que habían protagonizado intentó huir sin éxito.

Lo ataron a un poste y lo colocaron frente a él, a unos tres metros para que no pudiese fallar, el comandante le dio un fusil y le ordeno matar a ese pobre hombre, encaro el arma y solo pudo ver sus ojos llorando y como gritaba y pedía clemencia y rezaba. El comandante gritó.

CARAJO, DISPARE DE UNA PUTA VEZ!.

Pero no podía disparar, no podía matar a un semejante, comenzó a temblar, y el arma se le disparó, del cañón salió una bala que dio contra el poste justo encima de la cabeza del condenado, del hueco formado por el impacto, nació la misma flor que había arrancado el comandante, como un adorno esplendido en mitad de la mugre. El pobre fusilado se había desvanecido, cayendo al suelo sobre sus orines.

El comandante abrió unos ojos como platos, y comenzó a insultarlo y a golpearlo, sacó su pistola, le apuntó a la cara, disparó, y la pistola falló estallándole en la cara, tirándolo al suelo y cayendo sobre los orines del reo. En el rostro del comandante, de la mancha de su sangre, nació una flor como las anteriores, solo que esta era completamente roja, de esta flor nacieron más y más y el comandante se ahogó por las flores que salían por su boca, y poco después todo su cuerpo quedo cubierto por cientos de flores, parecía que el comandante fuese un pequeño jardín del que nacieron más flores y de estas nacieron más, al cabo de unos minutos todo el campamento quedó cubierto por miles de flores de innumerables colores, dando apariencia majestuosa a un lugar, que hasta ese momento solo había servido para cultivar dolor y maldad.


El comandante se guardó la pistola aún humeante, mientras pensaba, PORQUE SONREIRÁ EL PUTO COBARDE ESTE, LE ACABO DE PEGAR UN TIRO EN LA CABEZA Y SE RÍE EL PUTO CABRÓN.


El comandante se dio la vuelta, sintió un dolor en la espalda y justo al momento escuchó el disparo que lo había matado, mientras caía, vio al soldado cobarde que aún sonreía mientras sostenía el fusil con el que lo acababa de matar.


Es lo malo de los fusiles, siempre salen balas y nunca flores.



Un día de estos más, besos.



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