Se quedaron en silencio. Era lo peor
que podían hacer, si hubiesen dicho algo, si se hubiesen defendido, si hubieran gritado, si se hubiesen disculpado… pero no dijeron nada, y yo dije lo que nunca
tenía que haber dicho, lo que puso final, final a nuestra vida en común, final
a nuestra juventud de una forma repentina y brutal.
Han pasado tres años, ahora vivo
solo, tres años solo, sin una relación, alejándome del resto del mundo, cuando
alguien se acerca a mí, lo rechazo, me vuelvo un borde, tengo miedo, mucho
miedo…
No quiero volver a sufrir,
prefiero esta monotonía sin altibajos en la que un día bueno es cuando en la
televisión ponen una película que me gusta, cuando la hamburguesa de la noche
está un poco más pasada que otros días, cuando miro el extracto del banco y veo
que se ha incrementado y se que así va a seguir, ya que no tengo ningún interés
ni ningún plan, ni nadie con quien hacerlo…
Si por lo menos hubiese sido con
un hombre…
La culpa fue mía, llegué a casa por
la noche, un día antes de lo previsto, sin avisar. ¡Ay! Las sorpresas que
sorprendentes pueden ser. Recuerdo perfectamente la escena, estaba en la cama
con su cabeza apoyada de lado en la almohada, con la sabana entre las piernas,
la cogía con la mano derecha mientras dormitaba, entraba un poco de luz por la
ventana, era una escena preciosa, y en mi memoria sigue siéndolo, fue la última
vez que pude recrearme ante su cuerpo desnudo.
Me iba a acercar para darle un
beso, cuando me di cuenta de que algo fallaba en la escena, cuando entré sonaba
la ducha en el baño de la habitación, se había parado justo cuando entré, así
que me giré, abrí la puerta del baño, y allí tratando de esconderse en la
bañera estaba mi hermana empapada y empezando a tiritar, acurrucada con su
espalda apoyada justo debajo del grifo, desnuda, indefensa, comenzó a llorar sin hablar.
No salieron palabras, salieron
gritos, insultos, las dos se quedaron mudas. Me callé y sigo callado desde ese
día, el resto lo podéis imaginar.
Al final me fui yo, no he vuelto
a ver ni a mi ex, ni a mi hermana, hoy mi madre, que al principio trató de
mediar al final se puso de su parte, me ha dicho que se casan, manda cojones, y
que quieren mi perdón.
Acabo de llegar a casa, miro a mi
alrededor, no me gusta nada, es todo tan, como decirlo, tan aséptico,
impersonal. Me echo en la cama, pienso en todo lo que me ha pasado, me siento
muy mal, tres años y aún sigo dolido, tres años, sin relacionarme con nadie,
por vergüenza, por dolor. Esto tiene que cambiar, va a cambiar. Si quieren mi
perdón lo tendrán. Total que puedo perder, si más bajo no puedo caer. Busco un local
de tatuajes, hay uno cerca de mi casa, me tatuó la fecha de hoy “10 de junio de
2012” en
el antebrazo derecho en color rojo con letras góticas. Me gusta como ha quedado,
ya que hoy va a cambiar todo, quiero que quede grabado.
Llamo a mi ex, le digo que acepto hablar y que la invito a cenar en casa, que hablaremos de lo que quiera.
Preparo una cena exquisita, hago
hasta unos brownies que le van a encantar. Lo dejo todo preparado. Llamo a mi
hermana, hablamos de todo, al principio casi sin decir nada, rompemos el hielo,
y acabamos llorando entre disculpas y palabras de perdón, pobrecilla.
Llega mi ex, está guapísima, ha
cogido unos kilos, pero le sienta bien. Cenamos, la cena le encanta. Tomamos un
café en el sofá, le cuento lo mal que lo he pasado, que como no me dejó, que si
era homosexual porque demonios estaba conmigo.
Me dice que no tenía que ver con
el sexo, que quería a mi hermana, pero que en aquel momento se avergonzaba y no
sabían como decirlo, que hicieron una huída hacia delante. Porque se querían y
no podían volver atrás.
Le cuento mis últimos tres años
en tres minutos, tres segundos hubieran bastado, ya que excepto mi afición a la
foto y al video, no he hecho nada más, que todo ha sido una mierda, que las
perdono como un acto de egoísmo para ver si así puedo salir del fondo, me echo
a llorar, y me abraza, la beso, me aparta, me quedo mirándola fijamente, y nos
volvemos a besar.
Pasamos al dormitorio, lo hacemos
como le gustaba, salvajemente, tirándole del pelo mientras me la follo por detrás,
parece un combate más que un polvo. Nos separamos empapados. Hablamos y
hablamos, hasta que se va, tiene que irse, vive con mi hermana.
No la vuelvo a ver hasta el día
de la boda, llego con mi regalo debajo del brazo. Están preciosas, dos novias
de novia, curioso y extraño. Sonrío y las abrazo, les cuento que les he hecho
un vídeo con fotos de las dos desde que eran pequeñas hasta hace tres años. Se
ponen muy contentas con mi perdón y mi regalo. La ceremonia es preciosa, yo me
dedico a saludar a mucha gente a la que no veo hace mucho y a la que
seguramente no volveré a ver.
Una vez hechos los brindis en el
restaurante, antes de comer me piden que ponga el vídeo. Accedo gustoso, apagan las luces, empieza el vídeo, la música
que suena es “Allí donde solíamos gritar” de Love of Lesbian, espero que capten
el detalle, en el segundo treinta del vídeo salgo del restaurante, en el minuto
cinco segundos, justo cuando en la canción dice por primera vez “Donde solíamos
gritar” la imagen cambia de foto a vídeo, una película perfecta de mi ex y de mí follando, con su
cara excitada en primer plano, se ve perfectamente mi antebrazo tirándole del
pelo con la fecha tatuada.
Escucho un grito de mi madre, más gritos, insultos y como cae una bandeja.
Me monto en el coche y me voy. Yo
las he perdonado, espero que se perdonen entre ellas y que sean muy felices. No
creo que me perdonen a mí.