viernes, 21 de octubre de 2011

Matando el aburrimiento mientras aporreo el teclado

Aquí estoy, parece que se me está pasando la vagancia, será que por fin está aquí el otoño, mi estación favorita, ha tardado, esperemos que sea largo.

Son las 23:45 y no tengo ni idea sobre lo que escribir, da igual, me apetece sentarme aquí, me relaja. Había pensado escribir un cuento un poco gore sobre una venganza con tres decapitados y un suicida pero no es el momento, también podría escribir sobre ellas, pero no se me ocurre nada lo suficientemente original ni que esté a su altura, sobre ETA, casi que no, con miles de expertos polemistas hablando del tema, sobre Gadafi Idem, sobre baloncesto, no estaría mal, pero casi lo dejo para otro día...

Estaba tumbado sobre la alfombra del salón, acaba de hacer sus ejercicios diarios, estaba bastante cansado, tumbado mirando al techo, la respiración poco a poco se iba normalizando, esperó unos segundos, estiró el brazo, y de una mesita cogió un cigarrillo, lo encendió y aspiró el humo con fuerza, hasta irritar el esófago, tosió un par de veces y dio otra calada, seguía sin pensar en nada, lentamente se incorporó, le cayó ceniza sobre el pecho, la sacudió mientras maldecía. Dio un par de caladas más, y tiró al water la colilla, se sintió culpable por el rollo de la contaminación y todo eso.
Se puso un pantalón largo, había que mantener las apariencias, miró el reloj, y se dio cuenta de que había llegado la hora, se sentía preparado, después de haberlo planeado, por fin se decidió, ya estaba listo, fue a la cocina, cogió el cuchillo más grande que tenía, no lo convenció, bajó al garaje y allí estaba, un hacha pequeña, eso sería mejor. Metió el hacha en una bolsa, la envolvió de forma que no se pudiese adivinar el contenido y se la puso debajo del brazo, salió a la calle, el sol le molestó un poco, aún hacía calor, se acercó hasta un parque próximo a su casa, un parque infantil. Se sentó en un banco a esperar el momento justo, en el parque estaba un padre enseñando a su hijo a andar en bici, el niño tendría unos cuatro años y ya andaba bastante bien, aunque le costaba arrancar, cada vez que lo conseguía lo celebraba con una sonrisa enorme, preguntando a su padre si lo hacía bien, este no paraba de animarle.

El niño de repente se cayó de la bici, el padre se agachó, y empezó a ayudarle a levantarse, era su oportunidad, se levantó, y despacio se colocó de forma que el padre no pudiese verlo mientras iba sacando el hacha de la bolsa, el niño se fijo en él, se le quedó mirando, él le guiño un ojo y le sonrió, el niño le devolvió la sonrisa, y de un golpe certero sin que el padre se diese cuenta, cortó la rosa más espectacular del parque, hacía dos días que había salido, y era el momento justo, nunca estaría más bonita, no quería que nadie lo viese, además de ser un tímido tenía miedo a que lo denunciasen, guardó el hacha, cogió la rosa y le dijo adiós con la mano al niño, que le saludó, en ese momento el padre se giró, y le hizo un gesto con la cabeza, se dio la vuelta y volvió a darle indicaciones al ciclista en ciernes.

Que contenta se iba a poner su mujer con la rosa.

Sois unos sádicos, besos otro día más.

2 comentarios:

Miyagi dijo...

Me encanta, rosas, hachas ... casi lloro!.

pradoisdead dijo...

Yo casi no termino de escribirlo, ya que los dedos me resbalaban por el teclado debido a las lágrimas que no cesaban de caer