jueves, 29 de diciembre de 2016

ACRISMASTAIL


Acaba de enterarme de la muerte de George Michael, siempre me había gustado y escuchaba su música de vez en cuando, ahora como homenaje puse su versión en directo de "Sexual Healing", su cálida voz me remontó a otra época en la que aún era inocente, en que la vida no me había golpeado, en la que ella aún estaba, de repente me encontré mirando la única foto suya que tenía, era un viejo recorte de periódico, una pequeña imagen que cabía en la palma de mi mano, en ella aparecía acompañada de varios amigos. Acaricié la foto que debía tener unos veinte años, aún recuerdo el sofoco que me produjo verla, compré diez diarios aquel día, recorté y plastifiqué su foto, diez fotos que aún tengo. Estaba absorto recordando como quedé impresionado la primera vez que la vi cuando apenas éramos unos niños y como poco a poco la vida nos llevó por caminos muy alejados, antes de que ni siquiera pudiera juntar el valor para decirle lo que sentía, antes de poder aprender a no parecer imbécil cuando aparecía. Quizás ese era el secreto de que mi amor siguiese vivo a pesar de todos los años pasados sin vernos, el que no hubiésemos estado juntos me permitía idealizarla, me permitía revivir mis sentimientos si ningún borrón...

Sonó el teléfono, tuve que cogerlo ya que mi fiel secretaría estaba de vacaciones, el año había sido bueno y nos podíamos permitir ciertos lujos. Pensé en dejarlo sonar y no cogerlo, pero el deber, el maldito deber marcaba mi vida, así que lo cogí, y sí querida persona que me lees, era ELLA.

Oh que casualidad!! dirás, está viendo su foto y le llama después de cuanto, veinte años? Pues veras ser inteligente que aprecias la buena literatura, todos los días me recreaba recordándola durante bastante tiempo así que si algún día llamaba sería más que plausible que estuviese regodeándome en mi dolor admirando su retratro.

Al grano.

Reconocí su voz, y empecé a perder toda la seguridad en mi mismo, seguridad que había adquirido a lo largo de los años gracias a mi trabajo como investigador. Apenas daba crédito, me contó que una amiga de una amiga (que por cierto había sido mi amante durante un par de meses, la primera amiga, no la segunda) le había dado mi número y además le había contado que si alguien podía ayudarle era yo, me suplicó que le ayudase, que no tenía a nadie más para el enorme problema que le acuciaba, que necesitaba que fuese hasta a su casa ya que no podía alejarse del teléfono, que no sabía que hacer, que no podía contarme nada hasta que estuviera en persona, que me pagaría lo que fuese, pero que me necesitaba. Mi complejo de caballero andante resucitó, casi me emocionaba más poder salvarla que volver a verla. Me dio su dirección, estábamos cerca, unos 580 kilómetros nada más.

Colgué e inmediatamente me puse en marcha, tras ducharme, buscar mi mejor traje, hacer una maleta con ropa informal y de deporte, un bañador, tres mudas (nunca se sabe) monté en mi coche, di la vuelta por el neceser y en solo seis horas desde que había colgado tras perderme tres veces en su urbanización llegué ante la puerta de su casa. No sabía lo que me iba a encontrar y en realidad no sabía lo que quería encontrar ni como iba a reaccionar, por un lado deseaba no sentir nada especial al verla, o quizás lo único cierto era que quería que me quisiese y que fuese ella la diese el primer paso porque a  pesar de los cientos de amantes que había dejado extasiadas a lo largo de los años ante ella estaba desarmado, además me estaba meando.

Timbré, abrió la puerta y la preciosa chica que recordaba apareció ante mí, dude entre darle dos besos o la mano, balbuceé (maldita sea), sonrió como siempre y me dio dos besos, yo por fin dije algo, pregunté por el baño, al que pasé demasiado rápido (que alivio) y allí dentro pude pensar que al principio lo mejor que podía hacer era actuar con profesionalidad y tratarla como a la amiga que siempre había sido pero con cierta distancia.

Cuando salí del baño y volví a tenerla cerca comprendí que nunca lo superaría, así que hice lo que mejor se me daba, observar,  mientras le preguntaba lo que me había llevado allí, al lugar donde siempre quise estar.  Vi que había muchas fotos de dos niñas que se le parecían de unos nueve y  seis años, y también vi que había un marido (mucho menos guapo que yo, lo cual era horrible ya que era seguro que me superaba en todo lo demás), la casa olía a dinero, mucho dinero. Me fue contando lo que la tenía angustiada y con razón.

Habían pasado la nochebuena en casa de los padres de su marido, había sido una fiesta genial, aunque su marido estaba algo nervioso, durmieron allí y por la mañana abrieron los regalos y estuvieron jugando con las niñas a las que dejaron en casa de los abuelos para tener un rato para ellos solos y celebrar la Navidad como es debido (esto me enfadó, putos celos sin razón), hizo un aparte para contarme que su marido era ingeniero y que había inventado una especie de esferas que revitalizaban cualquier tipo de tierra por yerma que fuese, haciéndola apta para cualquier tipo de cultivo y apenas consumiendo agua lo que permitiría que cualquier desierto se convirtiese en un vergel. Era el invento del siglo. Aún era experimental, pero estaba practicamente terminado y aunque era alto secreto siempre había filtraciones, (aquí ya flipé).

Continuó contándome, cuando llegaron a la casa su marido salió a ver en el buzón le habían dejado un aviso de un paquete que estaban esperando y ya no lo volvió a ver, escuchó un coche que arrancó rápido, salió corriendo y ya no estaba ni pudo ver el coche ni nada. A los quince minutos le llegó un vídeo a su teléfono desde el móvil de su marido, se veía a éste atado en una silla amoratado, y en el que una voz distorsionada le decía que no llamase a la policía y que no hiciese nada, que esperase en casa con el móvil activo, que solo querían la fórmula mágica de su marido, que le dejarían otro mensaje, que no hiciese ninguna tontería o lo matarían. Eso era lo que había pasado hacía ya diez horas desde el vídeo y no habían vuelto a mandar nada. Me quede anonadado, esto no explicaba como me había localizado tan rápido. Ya habría tiempo para esto.

Le dije que me esperase y fui a mi coche desde donde llamé a una amiga de una empresa de teléfonos a la que tuve que prometerle el oro y el moro para que me echase una mano y localizase el móvil del marido. Me dijo que me mandaría un pequeño programa que me daría la ubicación de cualquier teléfono y podría ver por donde se movía y por donde se había movido, pero que tardaría una hora como poco, a fin de cuentas era navidad y estaba en una fiesta. (Yo sabía que estaba viendo "Que bello es vivir" con la única compañía de su gato, en fin, que triste).

Teníamos que esperar, ya que aunque insistí se negó en redondo a llamar a la policía. Comenzamos a hablar y hablar, de lugares comunes, de personas comunes, de nuestras vidas, de tanto tiempo para mí perdido, para ella pleno, cuando llegó un mensaje a su teléfono, era otro vídeo en el que ahora aparecía su marido más golpeado aún, le explicaba donde estaban las fórmulas (en dos memorias USB, tenía que llevar las dos) y donde tenía que entregarlas. Una vez que las tuvieran y las hubiesen comprobado le devolverían a su marido de una pieza, tenía que ir sola. El sitio elegido era un bar del centro de la ciudad en donde tendría que dejar un sobre con los dos USB. Le dije que me dejase copiarlos, pero se negó, dijo que su marido era lo más importante. Eso me mosqueó pero la comprendí, teníamos el tiempo justo. Llegamos con algo de tiempo, aparqué a unos cincuenta metros. Se bajoy la vi alejarse, decidí esperar un poco y salir detrás cuando por fin se instaló el programa en mi móvil... No le había contado nada del localizador y entonces lo vi todo y maldecí todo lo maldecible, su marido había estado en la casa durante todo el día, salió justo detrás de nosotros y ahora estaba a unos cien metros de la casa. Yo solo había sido el tonto útil. Pensé en ella y empecé a llorar, me dio un ataque de ansiedad, me acurruqué dentro del coche y llegó.

 Abrió la puerta, empecé a gritarle le dije que lo sabía, le pregunté que por qué, que ganaba engañándome, trato de mentir otra vez, seguí gritándole y entonces le grité lo que nunca me había atrevido a decirle, todo lo que había sufrido en silencio, mi incapacidad para hablarle de algo minimamente interesante, de que siempre la había querido y que a pesar de todo aún la quería, empezó a llorar, me abrazó y me besó. Nunca habría podido imaginar que sería así, entre lágrimas y casi veinte años después, nunca había sentido algo como ese beso. Nos besamos durante varios minutos, no hablamos, paramos me dijo que tenía que llamar a su marido como si hablase con los secuestradores.

Lo llamó, luego entre besos me contó todo, el invento de su marido era un bluf, estaban desesperados, les habían adelantado dinero y tenían que justificar la desaparición de las fórmulas o si no toda su vida se iría a la mierda. Le dije que hubiese sido más fácil haber simulado un robo que aunque era el momento más feliz de mi vida me parecía una putada sentirme utilizado de esa manera. Me miró otra vez, necesitaban un testigo, alguien de reputación intachable y además quería verme...

La lleve a casa, me parecía todo una chapuza (como este relato por cierto), pero al menos ganaban tiempo. Tras besarla otra vez me fui dejando a la mujer que amaba en brazos de otro hombre que tenía la vida que yo siempre había soñado tener.

Ahora cada semana viajo 580 kilómetros y paso al menos un día con ella, no penséis, a pesar de mi reputación, en grandes hazañas sexuales, simplemente paseamos de la mano, hablamos y nos besamos mucho, en resumen vivimos una pequeña historia de amor, la historia que nos debía la vida. De momento es más que suficiente y nos llega, el tiempo dirá.

Para R. que hace poco cumplió años.

Bicos, otro día más. EEG

 Os dejo con George Michael https://youtu.be/dC_XfM6JjXc
 

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