sábado, 11 de junio de 2011

TODO EL MUNDO ES BUENO.

Estaba pidiendo limosna, estaba tirado en la calle de una pequeña capital de provincia, en realidad estaba durmiendo la borrachera, con la tapa de una caja de folios a mis pies en la que la gente había echado unas pocas monedas que me permitirían comprar un brick de vino con el que evadirme de este mundo de mierda, solo quería morirme, pero me faltaban huevos para matarme, así que me dejaba llevar. Estaba allí tirado, cuando la vi, era una chica joven, una madre inexperta, a punto de cruzar con el carrito del niño asomando un metro por delante, al ir a cruzar, con el carro metido en el carril de los coches, un carro de estos voluminosos, azules, que parecen antiguos, la madre iba hablando con otra chica, y entonces vi que un coche venía un poco rápido de más, grité, pero eso solo llamó su atención, haciendo que no reparasen en el coche, me levanté, me dio tiempo a ver su cara de susto, empujé a al madre a un lado, cogí el carro y tiré de él con todas mis fuerzas, el coche solo lo rozo, entonces, quizás debido al esfuerzo o a la emoción de hacer por fin algo útil, vomité, lo hicé sobre el suelo, mientras me apoyaba en la madre, que ahora a pesar de mi estado, me miraba como si fuese un Dios.

Había hecho algo útil, por primera vez en meses, había hecho algo que valía la pena, quizás había llegado el momento de cambiar. Tenía que aprovechar el momento y comenzar a subir el primer peldaño para salir del abismo.

Aproveché que con el subidón de adrenalina y la vomitona, estaba despejado y lúcido, y cuando la madre me dijo si podía hacer algo por mi, la miré de arriba a abajo y en vez de pedirle sexo que era lo que pensé cuando le miré de cerca el escote, le dije que necesitaba asearme y algo de ropa, con eso bastaría. Me miro extrañada, habló algo con su amiga y me llevaron a casa de la segunda, el niño me sonreía desde el carro ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Como siempre que hablaba con alguien, digamos que normal, que estaba dentro de la sociedad, me preguntaron como había llegado a esta situación, y la verdad estaba harto de contarlo, pero a pesar de todo les conté lo de siempre, que si primero el paro, después mi mujer que se va, empezar a beber, cada  vez más, las deudas se lo comen todo, y un día te dejas llevar y acabas tirado, eso es lo que era un tirado. Mientras les iba contando todo sonreían como beatas, a fin de cuentas, había salvado a su niño e iban a hacer la buena obra del día.

Llegamos a la casa, me dieron unas toallas y algo de ropa, que me quedaba más o menos bien y me acompañaron al baño. Que sensación tan maravillosa, el agua templada cayendo sobre mi cuerpo, sentir como la mugre se deshacía, oler bien después de tanto tiempo, y vestirme con ropa limpia, me habían dejado espuma de afeitar y unas cuchillas, parecía otra persona afeitado, en realidad volvía a ser yo mismo, cuando salí del baño, me miraron sorprendidas, y porque no decirlo, encantadas, la madre se retiró a un dormitorio con el niño para darle el pecho, y yo me quedé tomando un café y charlando, con la otra chica, Laura, nunca olvidaré su nombre, Laura.

Cuando terminé el café, Laura se dio la vuelta y se puso a fregar las tazas, en la mesa había un jamón y al lado de este un cuchillo, largo delgado y afilado, lo cogí sin que se diese cuenta, le tape la boca y la maté, cerré la puerta de la cocina, fui a la entrada de la casa, abrí y cerré la puerta de la calle, y me senté en el salón, esperando a la madre, esta salió al cabo de unos minutos, había dejado al niño durmiendo en la habitación, le dije que Laura había salido a comprar alguna cosa, y que yo me iba a marchar, le pedí que me dejase ver al niño, ella accedió claro, se puso delante mía, la maté, igual que a Laura, no sufrieron. Me acerqué al bebe, todavía con el cuchillo en la mano, le di un beso, me eche a llorar, le dije que lo sentía, lo arrope, y salí a la calle, fui a la comisaría del centro de la plaza, conté todo, les acompañé, abrí la puerta con unas llaves que había cogido, no era cosa de romper la puerta, y allí me detuvieron, entre sorprendidos y asustados.

Ahora estoy limpio todos los días, como caliente, tengo algo de dinero que gano en el taller de la cárcel, una atención médica cojonuda y hasta estoy estudiando una carrera, así, cuando salga dentro de quince años, podré enfrentarme con la vida. Lo siento por Laura, la joven madre y su familia, pero esta era la mejor salida que tenía, ahora mismo soy casi feliz, excepto cuando pienso en el bebe, pobre huérfano.

Ay, como está el mundo, no hay que fiarse. Besos otro día más.

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